jueves, 8 de noviembre de 2012

Hail to the riff: la banda sonora de las elecciones estadounidenses



¿Los niños cantores de Viena? No. Washington, Jefferson, Teddy Roosevelt y Lincoln, los Four Tops del Potomac.


Como a estas alturas todos sabréis, Barack Hussein Obama (no olvidéis lo de Hussein, guiño a Fox News, esa sucursal americana de Intereconomía), ha sido reelegido para presidir Estados Unidos durante un nuevo mandato. “Four more years”, gritaban hace poco más de un día los simpatizantes demócratas reunidos en el centro de convenciones McCormick Place de Chicago, mientras sonaba de fondo Signed, sealed, delivered (I’m yours), del Stevie Wonder de los 70, cuando molaba, no como el de los 80, que echa un poco para atrás…



Así, con muy buena música, optimista, y por qué no decirlo, negra, se recibía al reelegido presidente para que pronunciara su discurso de la victoria. Uno de los momentos álgidos de la historia de McCormick, que, sin duda, vivió en la Waste Expo de 2008 sus horas más oscuras por motivos que no vienen al caso y que sólo algunos infelices conocemos… 

El caso es que el proceso electoral estadounidense, tan extenso, espectacular y excesivo, nos ha animado en el Corner a hacer un poco de historia y hurgar en la banda sonora de los comicios de una nación musical como pocas. Una banda sonora que, como veréis, va mucho más allá del Hail to the chief (no confundir con Hail to the Thief, de Radiohead).

Quien más quien menos, recuerda o sabe que Ronald Reagan se presentó a la reelección en 1984 con el Born in the USA de Springsteen por bandera, como si de un himno patriótico se tratara, cuando en realidad habla de los secuelas sociales de la Guerra de Vietnam. Springsteen es bien conocido, además, por sus simpatías demócratas, tras hacer público su respaldo a Kerry en 2004 y a Obama en 2008.

También es fácil recordar que, en 1992, Bill Clinton derrotó a George Bush (el papá de la criatura) molándose mucho a sí mismo a los compases de Don’t stop (thinking about tomorrow), de Fleetwood Mac, canción que poco después, Cruzcampo, en hábil envolvente publicitaria, utilizó para sus spots televisivos. ¡Ay, los Clinton, qué familia!


Pero antes, mucho antes que todas estas contiendas electorales modernas, los candidatos a ocupar la Casa Blanca ya libraban sus batallas en todos los campos, incluido el musical. Nos remontamos incluso al siglo XIX, cuando las canciones se componían expresamente para los candidatos, bien para defender su programa o para atacar al rival. 

Sirva como ejemplo la canción que en 1828, John Quincy Adams, empleó para intentar vencer a Andrew Jackson. Se titulaba Little Know Ye Who’s Coming (Poco sabes tú quién viene). Decía: “Viene el fuego; vienen las espadas; vienen pistolas, cañones y cuchillos; viene el hambre; vienen las privaciones si no viene John Quincy. Vienen las lágrimas; vienen los miedos; vienen las plagas y las pestilencias; viene el odio; viene Satán si no viene John Quincy”. Gracias a este luminoso mensaje, los electores, claro, se decantaron por que Jackson pasara a la historia como el presidente de los billetes de 20 pavos.

Pocos años después, en 1840, Harrison y Van Buren se lanzaban sus andanadas vía pentagrama. El primero acusaba a su rival de lo mismo que se achacaba a Romney: de pertenecer a la elite social y de falta de apego a la realidad del americano medio.  Por su parte, la canción de Van Buren ironizaba con la supuesta afición de Harrison por la bebida.

El primer candidato en emplear música ya existente fue Franklin Delano Roosevelt, quien en la convención demócrata de 1932 hizo que antes de su discurso sonara Happy days are here again, una canción optimista para un país que comenzaba a salir de la Gran Depresión de 1929. Los demócratas volvieron a emplear este tema como himno pasa sus campañas durante varios años.

Otro de los presidentes más emblemáticos del siglo XX, Dwight (Ike) Eisenhower hizo carrera tomando un éxito de Broadway, I like Ike, que convirtió en el lema de su campaña en 1952. Su sucesor en el cargo, John Kennedy, echó mano de Frank Sinatra (¿he oído mafia por alguna parte?), quien adaptó la canción de Sammy Cahn, High Hopes (Grandes esperanzas), de cara a las elecciones en las que JFK ganó por estrecho margen a Richard Nixon.

Simon & Garfunkel... ¿Por qué, por qué, por qué...?
El bueno de Dick resultó reelegido en 1972 tras vencer al demócrata McGovern, que además de un ideario bastante rojillo para lo que estila en EE.UU., llevó como leit motiv de su campaña Bridge over troubled water, de Simon & Garfunkel. Un hacha en movilizar al electorado, McGovern. Sí, George, las aguas bajaban turbulentas con los recuelos de Vietnam y el Watergate, pero ¿una canción como esa para unas elecciones? ¡Si hubieras elegido Fortunate Son, de la Creedence…!

Y finalmente, hay que hacer referencia a las retiradas por expreso deseo de sus autores de canciones empleadas por algunos presidenciables en sus campañas. Así sucedió con Jackson Browne, que demandó a John McCain por utilizar su Runnin’ on empty en 2008. Pero el récord lo tiene George Bush hijo, a quien se dirigieron Tom Petty, Sting y John Mellencamp con el fin de que no usara sus temas en pleno éxtasis mitinero. Su miedo, lógico, era que la gente pensara que le apoyaban.

Como veis, todo muy parecido a España, donde los partidos siguen martirizándonos con sus himnos, más o menos evolucionados o involucionados, según se mire, en periodo electoral. O sea, siempre.