lunes, 10 de diciembre de 2012

Nuestro primer playlist en Spotify. ¡Ayúdanos a llenarlo!



Se acerca el fin de año y desde este humilde rincón de la blogosfera queríamos proponeros un pequeño proyecto colaborativo, muy, muy sencillo. Se trata de crear el primer playlist de Speakers’ Corner en Spotify, compuesto por las canciones que más os hayan gustado en 2012.

Pueden ser temas editados en los últimos 12 meses o de cualquier época pero que hayáis descubierto a lo largo de este año. La idea es que las personas que acudís al blog a leer nuestras idas de olla podáis compartir y retroalimentaros de los gustos musicales de quienes componéis la pequeña comunidad que poco a poco vamos construyendo.

Como son vuestros gustos y los de nadie más, no hay restricciones. Vamos, que si habéis abierto los ojos a la discografía de King África y su versión de Paquito Chocolatero os parece lo más, lo decís. Evidentemente, este es un caso extremo, rayano en lo delictivo, pero creo que pilláis la idea. Que aquí hablemos sobre todo de artistas anglosajones no priva al resto de músicas del mundo de recibir vuestro reconocimiento.

Sólo dos condiciones:
1)     Que digáis más de una canción y un máximo de diez. ¿Por qué? Porque nos gustaría que fueran las que de verdad os hayan llegado, las que habéis puesto hasta rallar el iPod.
2)    Tenéis de plazo hasta el 20 de diciembre. La razón, muy sencilla: el 21, diga lo que diga la NASA, se acaba el mundo, así que por lo menos que os dé tiempo a oír el playlist. Como decía Sabina, que el fin del mundo os pille bailando.

Nota: Intentad no poner lo que otros ya hayan dicho. Cuanto más variadito, mejor. Si a diez personas os gusta la de Call me maybe y ya la han mencionado, pues dadle un poquito al coco, que seguro que presentáis alguna alternativa interesante.

Para empezar, os detallamos el Top 10 de temas que incluimos de salida desde Speakers’ Corner:
  • Panic Station, de Muse.
  • Tonight is the kind of night, de Noah and the Whale.
  • Gold on the ceiling, de The Black Keys.
  • Ain’t good enough for you, de Bruce Springsteen.
  • Candy, de Robbie Williams.
  • Pumped Up Kicks, de Foster The People.
  • Capitol City, de Wilco.
  • I wanna believe, de Corizonas.
  • Tonight, de Fun.
  • A little biblical, de Band of Horses.
Como comprobaréis, hemos colado algún guilty pleasure, tipo Robbie Williams, así que ya veis que no nos hemos cortado.

¿Cómo hacernos llegar vuestras propuestas?

Os proponemos dos fórmulas, a elegir:
a)     Vía Facebook. Podéis comentar la entrada incluida en la fan page de Speakers’ Corner y “cotillear” lo que otros pongan. Casi es la que preferimos. Así, vuestros amigos pueden verlo y, oye, si hacemos más grande la familia del Corner, mejor que mejor, ¿no?
b)     Escribir un comentario a este post en el blog. No hace falta que tengáis cuenta en GMail. Lo que sí os pedimos es que incluyáis vuestro nombre.  Aquí cada uno que se responsabilice de sus gustos. He dicho.

Y lo más importante: ¿cómo y a partir de cuándo puedo oír el playlist?

Para los que tengáis Spotify, sólo tenéis que buscar el playlist “Speakers’ Corner. 2012 favourites”, que está activo desde ya con las 10 canciones arriba indicadas. A medida que nos vayáis haciendo llegar vuestras elecciones, iremos alimentando el playlist. Así que, ánimo.

Y si no tenéis Spotify, pues descargároslo, hombre, que es gratis (con una restricción de 10 horas mensuales de escucha; y si lo queréis ilimitado y sin publi, son 5 eurillos al mes). ¿Ventajas? Un catálogo descomunal (aunque no están los Beatles, por ejemplo), que te sugieren música relacionada con lo que escuchas, poder hacerte listas de reproducción como ésta y compartirla con tus amigos, un catálogo creciente de aplicaciones muy chulas…

En fin, no sé a qué esperáis. Según los mayas, quedan 10 días para que se cierre el chiringuito, así que oíd cuanta música podáis haciendo lo que más os guste. Y participad con vuestras aportaciones al playlist. Que sea vuestro canto del cisne. ¡¡Muchas gracias!!  


viernes, 7 de diciembre de 2012

Rod Stewart o la ley del mínimo esfuerzo


¿Por qué me habéis dejado sacar un disco de villancicos? ¿No véis que chocheo? ¡¡Oye, tú no eres mi mujer!!


Debo confesar que me había planteado este post como una manera de sacar a pasear el hacha. Un tipo como Rod Stewart, que pasó de ser una estrella de rock mundial a crooner aguardentoso, es un blanco fácil. Más aún cuando su nuevo álbum es, nada más y nada menos, una recopilación de villancicos. Eso sí, le ha dado su toque al disco al titularlo “Merry Christmas, baby”. Que porque haya nacido el Niño Jesús las rubias no han dejado de divertirse más.

Decía que iba con la intención de hacer sangre, pero me voy a contener. No sé si es la cercanía de las Pascuas o el hecho de ver a Rod The Mod llorando cual anciana en la grada de Celtic Park tras la victoria de su equipo, el Celtic de Glasgow, ante el Barcelona en un reciente partido de la Liga de Campeones. El caso es que me voy a ahorrar los calificativos de vendido, ñoño y tal para hablar de la música que nos ha legado y que merece la pena, fundamentalmente la de los inicios de su carrera.

Inicios y primeros éxitos
En primer lugar, hay que decir que Rod Stewart bebió de fuentes que lograron que su música molara: rock, folk, country-blues, soul… En fin, música negra. La afición pasó un poco más tarde a convertirse en profesión y Rod hizo su mili en los 60 en formaciones como el prestigioso The Jeff Beck Group, donde se encontró con Ron Wood, actual guitarrista de los Stones. Con éste recalaría en los Faces a principios de los 70, su década dorada.



En esta época, Stewart alternó discos en solitario con su papel de frontman en los Faces. Fue uno de sus álbumes editados a título individual el que le brindó el verdadero salto a la fama. Every Picture Tells a Story (1971)  contenía dos de sus temas más emblemáticos (Reason to relieve y Maggie May) y consiguió ser número uno tanto en el Reino Unido como en Estados Unidos.



En cuanto a los Faces, hay que decir que no fueron una banda superventas, aunque hoy en día es, en cierto modo, un grupo de culto. De esa etapa destaca un pedazo de canción como Stay with me, con un Stewart en su salsa: sonido crudo, sucio y una historia de sexo casual. Para quien no haya escuchado nunca a los Faces, baste decir que es música ideal para oír en una taberna irlandesa con un par de cervezas encima. Merecen mucho la pena.



1975-1978: en la cima
La etapa post-Faces marcó una evolución de Stewart hacia un estilo menos rockero, más baladista y, sí amigos, tendente a las versiones. En 1975, Atlantic Crossing incluye un nuevo éxito, Sailing, y covers de Holland-Dozier-Holland (This old Heart of Mine) y los Beatles (Get Back). Un año más tarde, publica Tonight is the night, con su éxito homónimo y la version de The First Cut is The Deepest, de Cat Stevens.

El siguiente álbum, Foot Loose & Fancy Free, mantuvo la línea creativa y de ventas de sus anteriores discos. You’re in my heart, Hot Legs (pedazo de tema cuyo video es la versión blanca, rockera y setentera de los videos de raperos actuales) y I Was Only Joking fueron los singles. Y para rematar el trienio mágico, Blondes have more fun…or do they?, cuyo hit, Da ya think I’m sexy?, avanza lo que va a ser el Stewart de los 80. Por desgracia.


El cambio de década, definitivamente, no sentó nada bien a Stewart. Se perdió en el plano artístico firmando unos cuantos esperpentos del estilo de Young Turks, Some Guys Have All the Luck y, horror, Baby Jane. Esperpentos, ojo, para un tipo del talento y la tradición musical de Stewart, capaz de mucho más.


Stewart, el prejubilado
Y eso es precisamente lo que sienta mal respecto al protagonista de este post: la sensación de que ha optado por la ley del mínimo esfuerzo, por el trabajo puramente alimenticio o de mantener mansiones y pagar pensiones a sus ex y múltiples hijos. De ahí surgen, me temo, sus incursiones en el American Songbook, atacando machete en mano clásicos que estaban muy tranquilos en su forma original, o el reciente cancionero navideño.

Quizá este pequeño atraco Stewartiano que, como El Almendro, nos ha azotado cada navidad durante el último lustro o así, ha hecho reflexionar a Rod. En primavera publicará un nuevo disco con composiciones inéditas, el primero desde 2001. ¿Qué podemos esperar? No se sabe, pero conviene no depositar muchas esperanzas. El abuelo tiene 67 añitos y es de suponer que a estas alturas no se siente en deuda con nadie.




jueves, 8 de noviembre de 2012

Hail to the riff: la banda sonora de las elecciones estadounidenses



¿Los niños cantores de Viena? No. Washington, Jefferson, Teddy Roosevelt y Lincoln, los Four Tops del Potomac.


Como a estas alturas todos sabréis, Barack Hussein Obama (no olvidéis lo de Hussein, guiño a Fox News, esa sucursal americana de Intereconomía), ha sido reelegido para presidir Estados Unidos durante un nuevo mandato. “Four more years”, gritaban hace poco más de un día los simpatizantes demócratas reunidos en el centro de convenciones McCormick Place de Chicago, mientras sonaba de fondo Signed, sealed, delivered (I’m yours), del Stevie Wonder de los 70, cuando molaba, no como el de los 80, que echa un poco para atrás…



Así, con muy buena música, optimista, y por qué no decirlo, negra, se recibía al reelegido presidente para que pronunciara su discurso de la victoria. Uno de los momentos álgidos de la historia de McCormick, que, sin duda, vivió en la Waste Expo de 2008 sus horas más oscuras por motivos que no vienen al caso y que sólo algunos infelices conocemos… 

El caso es que el proceso electoral estadounidense, tan extenso, espectacular y excesivo, nos ha animado en el Corner a hacer un poco de historia y hurgar en la banda sonora de los comicios de una nación musical como pocas. Una banda sonora que, como veréis, va mucho más allá del Hail to the chief (no confundir con Hail to the Thief, de Radiohead).

Quien más quien menos, recuerda o sabe que Ronald Reagan se presentó a la reelección en 1984 con el Born in the USA de Springsteen por bandera, como si de un himno patriótico se tratara, cuando en realidad habla de los secuelas sociales de la Guerra de Vietnam. Springsteen es bien conocido, además, por sus simpatías demócratas, tras hacer público su respaldo a Kerry en 2004 y a Obama en 2008.

También es fácil recordar que, en 1992, Bill Clinton derrotó a George Bush (el papá de la criatura) molándose mucho a sí mismo a los compases de Don’t stop (thinking about tomorrow), de Fleetwood Mac, canción que poco después, Cruzcampo, en hábil envolvente publicitaria, utilizó para sus spots televisivos. ¡Ay, los Clinton, qué familia!


Pero antes, mucho antes que todas estas contiendas electorales modernas, los candidatos a ocupar la Casa Blanca ya libraban sus batallas en todos los campos, incluido el musical. Nos remontamos incluso al siglo XIX, cuando las canciones se componían expresamente para los candidatos, bien para defender su programa o para atacar al rival. 

Sirva como ejemplo la canción que en 1828, John Quincy Adams, empleó para intentar vencer a Andrew Jackson. Se titulaba Little Know Ye Who’s Coming (Poco sabes tú quién viene). Decía: “Viene el fuego; vienen las espadas; vienen pistolas, cañones y cuchillos; viene el hambre; vienen las privaciones si no viene John Quincy. Vienen las lágrimas; vienen los miedos; vienen las plagas y las pestilencias; viene el odio; viene Satán si no viene John Quincy”. Gracias a este luminoso mensaje, los electores, claro, se decantaron por que Jackson pasara a la historia como el presidente de los billetes de 20 pavos.

Pocos años después, en 1840, Harrison y Van Buren se lanzaban sus andanadas vía pentagrama. El primero acusaba a su rival de lo mismo que se achacaba a Romney: de pertenecer a la elite social y de falta de apego a la realidad del americano medio.  Por su parte, la canción de Van Buren ironizaba con la supuesta afición de Harrison por la bebida.

El primer candidato en emplear música ya existente fue Franklin Delano Roosevelt, quien en la convención demócrata de 1932 hizo que antes de su discurso sonara Happy days are here again, una canción optimista para un país que comenzaba a salir de la Gran Depresión de 1929. Los demócratas volvieron a emplear este tema como himno pasa sus campañas durante varios años.

Otro de los presidentes más emblemáticos del siglo XX, Dwight (Ike) Eisenhower hizo carrera tomando un éxito de Broadway, I like Ike, que convirtió en el lema de su campaña en 1952. Su sucesor en el cargo, John Kennedy, echó mano de Frank Sinatra (¿he oído mafia por alguna parte?), quien adaptó la canción de Sammy Cahn, High Hopes (Grandes esperanzas), de cara a las elecciones en las que JFK ganó por estrecho margen a Richard Nixon.

Simon & Garfunkel... ¿Por qué, por qué, por qué...?
El bueno de Dick resultó reelegido en 1972 tras vencer al demócrata McGovern, que además de un ideario bastante rojillo para lo que estila en EE.UU., llevó como leit motiv de su campaña Bridge over troubled water, de Simon & Garfunkel. Un hacha en movilizar al electorado, McGovern. Sí, George, las aguas bajaban turbulentas con los recuelos de Vietnam y el Watergate, pero ¿una canción como esa para unas elecciones? ¡Si hubieras elegido Fortunate Son, de la Creedence…!

Y finalmente, hay que hacer referencia a las retiradas por expreso deseo de sus autores de canciones empleadas por algunos presidenciables en sus campañas. Así sucedió con Jackson Browne, que demandó a John McCain por utilizar su Runnin’ on empty en 2008. Pero el récord lo tiene George Bush hijo, a quien se dirigieron Tom Petty, Sting y John Mellencamp con el fin de que no usara sus temas en pleno éxtasis mitinero. Su miedo, lógico, era que la gente pensara que le apoyaban.

Como veis, todo muy parecido a España, donde los partidos siguen martirizándonos con sus himnos, más o menos evolucionados o involucionados, según se mire, en periodo electoral. O sea, siempre.

martes, 23 de octubre de 2012

¿Sería mucho pedir?


El otro día, en nuestra fan page de Facebook, colgamos una de las canciones de la reciente actuación de Muse en el programa de la BBC Two Later… With Jools Holland. La altísima calidad del directo de la banda liderada por Matt Bellamy, junto a la excelente realización de la cadena británica, nos devolvieron a un pensamiento que de cuando en cuando ronda nuestras cabezas: ¿por qué es imposible en España un espacio dedicado a la música con entrevistas y actuaciones en vivo? No, en serio, ¿por qué?

Jools Holland, por cierto, fue, hasta que le sustituyó Paul Carrack, pianista de Squeeze, banda popular por su canción Tempted, que recordamos en este vídeo. 



Vamos a obviar que una cadena privada, salvo un Canal Plus de la vida, se negaría a emitirlo por motivos comerciales. El dato es incontestable: no da audiencia o no la suficiente como para justificar su continuidad. Bien, ¿pero y en la televisión pública? Seguro que alguien con más información que este blog aducirá que lo que cuesta producir un capítulo de la serie Isabel es mucho más rentable que invertir en un programa musical de nivel. Hablamos de rentabilidad en términos de audiencia, que no en cuanto publicidad, porque como es sabido, TVE ya no emite anuncios (codazo, codazo, guiño, guiño…).

Olvidemos por un momento el vil metal y soñemos despiertos antes de que el Gobierno también lo grave. Imaginemos un programa con cinco artistas invitados cada noche, en el que se codearan músicos tan diversos como Diana Krall, The Vaccines, The xx, The Beach Boys o Neil Sedaka… En otras palabras, música para todos los gustos y edades. Supongamos que, además, les realizan una entrevista en profundidad, hablando única y exclusivamente de música. Bueno, pues un formato como este es posible en el Reino Unido y se pueden ver sus clips por Internet http://www.bbc.co.uk/programmes/b006ml0l

Muchos recordaréis que ya se realizó algo parecido hace una década en La Primera con Séptimo de Caballería, presentado por Miguel Bosé. Independientemente de que Papitwo nos caiga mejor o peor o de que nos gusten más o menos los cantantes que por allí pasaron, lo cierto es que fue un programa de muy buena factura, donde los artistas realmente se la jugaban en directo y daban lo mejor de sí. Séptimo… aportaba además un valor añadido: que, independientemente de que actuaran figuras internacionales, otorgaba el protagonismo al producto nacional, sin patrioterismos, pero sin complejos de inferioridad.

Aquello pasó a la historia, claro, porque no reunía a suficiente público delante de la tele. De acuerdo, pero ahora que no existe la presión publicitaria (esperad que nos entra la carraspera) ¿cuál es la excusa?

¿No sería posible un espacio que mezclara el mainstream y lo alternativo, lo nuevo y lo viejo, lo de aquí y lo de fuera, para que todos pudiéramos conocer lo mejor de cada casa? Quizá así saldríamos de la dicotomía de las radiofórmulas y el periodismo musical cavernario tipo Radio 3. Quizá así se ampliarían horizontes musicales en un país donde, sonroja decirlo, triunfa un himno al encefalograma plano como el Tacatá.

¿Sería mucho pedir?

Aquí tenéis un video del especial de Nochevieja 2004 del programa de Jools Holland. Obsérvese la diferencia entre traer a Eric Clapton para celebrar el Año Nuevo y, como en el caso español, a Carlos Baute. Y aquí nos cerramos en banda: no hay debate posible…




sábado, 20 de octubre de 2012

Música para una tarde de otoño



Es triste tener que admitirlo, pero por si el cielo no nos estaba dando suficientes señales, debemos aceptarlo: el verano se acabó. El grajo comienza a volar bajo, amigos. Llega una época introspectiva, o directamente vaga, en la que salir de casa, con la que está cayendo en todos los sentidos, apetece un poco menos.

Desde el Corner, atendiendo a una demanda que sabemos latente, os proponemos cinco temas que pegan bastante para escuchar en una tarde de otoño.

Recostaos en el sofá. Imaginaos en un bosque, la hojarasca chascando bajo vuestros pies, un cielo nublado y una brisilla traicionera que se os mete hasta el tuétano. Ahora cubríos con una manta, quitad el volumen de la tele y dejadla en “mute” mientras en no sé qué canal están dando Sleepy Hollow.

Ya estáis listos para darle al play de estos cinco videos, donde la guitarra acústica, con toques folk y country (lo advertimos a los alérgicos), da a la música ese aire campestre y otoñal que estamos buscando. Vamos, pues, con las cinco propuestas.

Mumford & Sons
Esta banda británica es una de las referencias en el mundillo alternativo. Sólo llevan cinco años en activo, y acaban de publicar su último álbum, Babel, a finales de septiembre. En esta ocasión, hemos escogido una canción de su primer disco, Sigh no more, titulada Little Lion Man.


Arizona Baby
Son de Valladolid, pero cualquiera les creería naturales del “Cinturón de la Biblia” estadounidense. Cierto seguidor del Corner (que vive ahora la primavera austral) conoce en persona a su carismático líder, Javier Vielba, lo que nos llena de orgullo y una cierta envidia… Los Arizona vuelven con un disco “en solitario” tras su feliz matrimonio con Los Coronas. En plan cachondo, bautizaron la unión como Corizonas. Como Brangelina, vamos… Disfrutad con Where the sun never sets, de su último trabajo, The truth, the whole truth and nothing but the truth.



Ha Ha Tonka
Su canción Lonely Fortunes es quizá la que más genuinamente se ajuste al ambiente otoñal que os queríamos proponer. Son de Springfield, Missouri, y están de gira por estos lares. De hecho, hoy cierran en Barcelona su tour de cuatro citas que les llevó previamente a Vitoria, Pontevedra y Madrid.



The Tallest Man On Earth
El Bob Dylan de la primera época tuvo un hijo en Suecia y no nos lo dijo. Se llama Kristian Mattson y su nombre artístico desde luego no hace honor a su físico a primera vista… A ver qué os parece The Gardener, de su álbum Shallow Grave. En el disco parece más Dylan; en este video la voz tiene un toque a Benito el de Manos a la obra que para qué…



The Black Crowes
¿Qué pintan los Crowes aquí? Pues yo qué sé, pero estábamos buscando una quinta canción para rematar el post y, rebuscando en su discografía, hemos encontrado Soul singing, que parece bastante pertinente… Aunque tiene un tono gospel que la aleja del resto de seleccionadas, el inicio es folkie, y qué coño, ¡¡la canción está muy bien!! Ale, majos, a disfrutar con Chris Robinson.



miércoles, 17 de octubre de 2012

La noche que fui Keith Moon


Keith Moon, batería de The Who, en pleno éxtasis artístico.

El 20 de noviembre de 1973, Scot Halpin, un chaval de 19 años recién llegado de Iowa a California, se preparaba para vivir una noche especial, aunque no sospechaba que sería la más extraña y apasionante de su vida.

The Who, su banda favorita, había agotado el papel para celebrar en el Cow Palace de San Francisco el concierto inaugural de la gira Quadrophenia. Halpin estaba dispuesto a cualquier cosa para vivir lo más cerca posible la intensidad del directo de los británicos. 13 horas en la cola junto a su amigo Mike Danese merecían la pena si conseguía que los Daltrey, Townshend y compañía le sudaran encima.

Tal era su fijación con The Who, que los teloneros de aquella noche, unos tal Lynrd Skynrd, no representaban para él más que un molesto trámite para llegar a lo verdaderamente importante.

Acabado el calentamiento a cargo de los autores de Sweet home Alabama, el público se abalanzó hacia el escenario para recibir a los cabeza de cartel. Nuestro protagonista, fan total del grupo pero con una querencia genética a los espacios abiertos del Midwest, desertó de la primera línea al poco rato y se dejó llevar por la marea humana a un costado del escenario.

Mientras tanto, sobre las tablas, The Who desarrollaban su actuación con aparente normalidad. Sólo aparente. Su batería, Keith Moon –uno de los mayores virtuosos de la percusión de la historia del rock, según los entendidos– daba rienda suelta a su hiperactividad baquetas en mano. Eso sí, bajo los efectos de un sedante para caballos que alguien le había suministrado. Y es que a Moon, además de la batería, le gustaba walkin’ on the wild side más que a un tonto un lápiz. 

Won’t get high again
Tras más de una hora de show y cuando la banda interpretaba Won’t get fooled again (véase la música de presentación de CSI Miami), Moon decidió hacer una cata del retrogusto y la astringencia del suelo. Rápidamente, se lo llevaron a los camerinos, a ver si conseguían espabilarle. Una inyección de cortisona obró el milagro y media hora después volvió a sacudir el pedal del bombo. Pero se veía que la situación estaba cogida con alfileres y, poco después, Morfeo susurró a Moon que casi mejor tocara un rato para él.

En ese instante, Mike Danese, el amigo que acompañaba a Scot Halpin, le persuadió para que se acercaran al acceso lateral del escenario. Ni corto ni perezoso, Danese se dirigió al promotor del concierto, Bill Graham, y le dijo que Halpin podría sustituir a Moon, pues su nivel era bueno y conocía perfectamente el repertorio. Graham, temiendo un motín si se suspendía el concierto, aceptó.

Al bueno de Pete Townshend, guitarrista y cantante de la banda, la decisión le pilló preguntando al público si había un batería en la sala. Y para cuando se dio la vuelta, Halpin ya estaba en su puesto, recibiendo instrucciones de un técnico.

Flotando en el cielo del rock y a la vez sudando para sobrevivir a un infierno de semicorcheas y fusas, Halpin se las arregló para no desentonar y acabó el concierto saludando al público como un Who más.

Como los turistas accidentales que eran, Halpin y Danese acabaron la noche dándose un festín en el buffet post-concierto y recibieron como recompensa a aquella simpática osadía unas cazadoras oficiales de la gira, que les duraron apenas unas horas, hasta que alguien se las distrajo.

Aquí tenéis las imágenes, resumidas, de lo que ocurrió aquella noche...

 

Olimpiadas de ultratumba
Halpin, fallecido en 2008, tuvo anécdota para toda la vida. No es para menos. De cuando en cuando, rememoraba el episodio si algún periodista se lo requería, aunque nunca pareció concederle excesiva importancia. Otras le dan el pase de pecho a un torero y las tienes en la tele hasta que la audiencia –y por qué no decirlo, esta sociedad enferma– las convierten en un juguete roto… Ejem.

Por su parte, Moon se quitó del tabaco 20 años antes que Halpin. Una sobredosis de pastillas para superar su adicción al alcohol, bonita paradoja, le proporcionó el billete a una jam session con Hendrix, Morrison, Joplin, etc. Antes, Moon dejó unas cuantas notas a pie de página en el decálogo del sex, drugs & rock and roll, con episodios míticos y tan imitados como “Sé que las teles de los hoteles pueden volar; si quieres, te lo miro”.

El bueno de Keith ni muerto ha podido llevar una (no) existencia tranquila. Recientemente, un espabilado de la organización de la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Londres preguntó al manager de los Who si Moon estaría dispuesto a actuar en ella. El agente vino a decirle algo así: “Figura, tráeme una ouija y un vaso y consultamos su agenda”.

Y como premio por llegar al final de la lectura de este post, os dejo una rareza que he encontrado por el camino: The Who, ensayando Barbara Ann, de The Beach Boys.

 

domingo, 14 de octubre de 2012

Wilco, top five el día que visitan Bilbao



Wilco, una de las bandas más prestigiosas de la música independiente estadounidense, actúa esta noche en el Palacio Euskalduna de Bilbao. El elevado precio de las entradas y la endémica penuria económica que azota a cualquier redacción periodística han privado a SPEAKERS’ CORNER de poder ofreceros una crónica del concierto en primera persona.

Es una pena, pero al menos, queremos compensarlo con un aperitivo, a modo de top five, con algunas de las mejores canciones del grupo liderado por Jeff Tweedy. Veréis que son unos grandes músicos en directo. Si os gustan, no dudéis en bucear en su discografía o pedir alguna recomendación más. ¡Para eso estamos! 

 


 

sábado, 13 de octubre de 2012

George Harrison o la importancia del tercer hombre



Imaginemos, en un supuesto demencial, que la tripulación del Apolo 11, la misión espacial que consiguió pisar por primera vez la Luna en 1969, hubiera estado formada por John Lennon, Paul McCartney y George Harrison, en lugar de Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins.

Está claro que, haciendo una analogía con su protagonismo en los Beatles, Lennon y McCartney habrían sido quienes hubiesen dejado su huella en el satélite. Mientras, Harrison, como hizo Collins, se habría quedado orbitando a la espera de llevar a sus compañeros a casa. En otras palabras, a las puertas de la gloria. Sin embargo, sin su ayuda los héroes no podrían haber vuelto a la Tierra para contarlo y, de paso, forrarse dando conferencias.

Si a estas alturas os habéis preguntado por qué Ringo no llega a vestir la escafandra en esta absurda historia, pues qué queréis que os diga… Lo más probable es que se hubiera quedado en Houston por no haber pasado las pruebas físicas, o estuviera viendo por la tele la hazaña de sus compañeros, borracho perdido, en calzoncillos y tumbado del revés en la cama de un motel. O igual se le hubiera pasado verlo. El bueno de Ringo, qué huevazos, ¿eh?

En fin, esta introducción barata debería servir para llegar a contaros que, en los casi 20 años que la redacción de SPEAKERS’ CORNER lleva escuchando a los cuatro de Liverpool, ha pasado de admirar al dúo Lennon-McCartney a apreciar y posteriormente pasmarse ante el talento de George Harrison, un tipo con muchas caras.

Está el George tranquilo en plena Beatlemanía, el espiritual, con su Maharisi, los Hare Krisna y su look de hippie en plena psicodelia… Está el George rencoroso porque John y Paul arrinconaban sus composiciones… Está el George que tuvo los arrestos suficientes para, en la audición que hicieron para EMI, decirle a George Martin, el que sería el productor del grupo para toda su vida, que si había algo que no le había gustado de aquella sesión de grabación era su corbata, mientras los gallitos de la banda no decían “esta boca es mía”… Una persona peculiar y, sobre todo, un artista de gran valía, eclipsado por la máquina de hits Lennon-McCartney.


Estos son mis bemoles
Su flirteo con la composición comienza en 1963, cuando estando enfermo en cama, da forma a Don’t bother me (No me molestes), un título que, conociendo su carácter huraño por momentos, no extraña nada. Harrison explicaba que se trató de un ejercicio para averiguar si era capaz de componer. “Si dos tipos como John y Paul podían, por qué yo no”, aseguraba. El caso es que el tema pasó a formar parte del álbum With The Beatles.

No sería hasta Help, dos años después, cuando su nombre volviera a formar parte de los créditos de un álbum de los Beatles. Aportó You like me too much y la más popular I need you


Con todo, las verdaderas capacidades de Harrison se hicieron patentes en la etapa de madurez del grupo, en el llamado “album blanco” y, especialmente en Abbey Road. Del primero queda la intensa While my guitar gently weeps, donde conseguía arrancarle a la guitarra un verdadero llanto, mientras que el segundo encierra dos auténticas joyas: Something y Here comes the sun.

Sobre Something decía Frank Sinatra que era la más bella canción de amor sin necesidad de pronunciar las palabras mágicas: “I love you”. ¡Y qué decir de Here comes the sun! Además de ser, probablemente, la preferida de la redacción de este blog, tiene una historia magnífica.

Explicaba Harrison: "En Inglaterra el invierno dura una eternidad, así que cuando llega la primavera realmente te la has merecido. Un día decidí no ir a Apple [la discográfica que fundaron los Beatles, no la de Steve Jobs, aclaramos] y fui a la casa de Eric Clapton (...) Fui a pasear por el jardín con una de las guitarras acústicas de Eric y escribí Here Comes The Sun". Os podéis imaginar a Clapton, recogiendo su mandíbula del suelo cuando su colega George –aquél a quien “Mano lenta” le birlaría la mujer y seguirían siendo tan amigos–  interpretó para él, en histórica primicia, esta maravilla.

La ruptura de los Beatles, lejos de aplacar la creatividad de Harrison, la disparó. De hecho, su álbum All things must pass, supera en calidad a los discos de debut en solitario de sus antiguos compañeros: John Lennon/Plastic Ono Band y McCartney, respectivamente.

De hecho, en la excelente película documental de Martin Scorsese dedicada a Harrison, Living in the material world, se desliza la idea de que George, en los últimos coletazos de los Beatles, estaba reservando su arsenal para su inminente etapa en solitario. Así, material de primera como My sweet lord, Wah-wah, Isn’t a pity, Beware of darkness o la canción que daba título al álbum acabó haciendo de All things must pass lo mejor de toda la carrera de Harrison.




Mecenas del Frente Popular de Judea
De su etapa artística posterior, quedan destellos como el Concert for Bangladesh, buenos temas como Gimme love (Peace on Earth) o Horse to the Water y algún single pegadizo como el ochenteno Got my mind set on you. Sin embargo, lo cierto es que nuestro protagonista tampoco parecía muy dispuesto a seguir bajo los focos, alejado del ansia de notoriedad de Paul y John, cada uno a su manera. De esta forma, su estrella se fue apagando lentamente e hizo uso de su fortuna para dedicar incontables horas a cuidar el jardín de su mansión y a actividades filantrópicas como la que contaremos a continuación y SPEAKERS’ CORNER –qué decimos, el género humano–  jamás podrá agradecer lo suficiente.



¿Sabíais que sin George Harrison La vida de Brian muy probablemente no se habría rodado? En efecto. Cuando nuestro héroe supo, de boca de sus amigos de Monty Python, que EMI Films, una vez leído el guión, se negaba en redondo a financiar la película, se comprometió a poner el dinero. Para ello, tuvo que crear una productora e hipotecar su casa y un estudio de grabación. A su arriesgada apuesta empresarial debemos algunos de los mejores momentos del cine cómico, que sepamos hacer pintadas en latín correctamente y averiguar cómo los queseros –o todos los productores de lácteos, si no lo tomamos en sentido literal– estuvieron presentes en las Bienaventuranzas.

Y ahora yo me pregunto: ¿Qué ha hecho George Harrison por nosotros? Vosotros, que tenéis oídos, usadlos.