El otro día, en nuestra fan page de Facebook, colgamos una de las canciones de la reciente actuación de
Muse en el programa de la BBC Two Later…
With Jools Holland. La altísima calidad del directo de la banda liderada
por Matt Bellamy, junto a la excelente realización de la cadena británica, nos
devolvieron a un pensamiento que de cuando en cuando ronda nuestras cabezas:
¿por qué es imposible en España un espacio dedicado a la música con entrevistas
y actuaciones en vivo? No, en serio, ¿por qué?
Jools Holland, por cierto, fue,
hasta que le sustituyó Paul Carrack, pianista de Squeeze, banda popular por su
canción Tempted, que recordamos en este vídeo.
Vamos a obviar que una cadena privada, salvo un Canal Plus de la vida, se
negaría a emitirlo por motivos comerciales. El dato es incontestable: no da
audiencia o no la suficiente como para justificar su continuidad. Bien, ¿pero y
en la televisión pública? Seguro que alguien con más información que este blog
aducirá que lo que cuesta producir un capítulo de la serie Isabel es mucho más rentable que invertir en un programa musical de
nivel. Hablamos de rentabilidad en términos de audiencia, que no en cuanto
publicidad, porque como es sabido, TVE ya no emite anuncios (codazo, codazo,
guiño, guiño…).
Olvidemos por un momento el vil metal y soñemos despiertos antes de que el
Gobierno también lo grave. Imaginemos un programa con cinco artistas invitados cada
noche, en el que se codearan músicos tan diversos como Diana Krall, The
Vaccines, The xx, The Beach Boys o Neil Sedaka… En otras palabras, música para
todos los gustos y edades. Supongamos que, además, les realizan una entrevista
en profundidad, hablando única y exclusivamente de música. Bueno, pues un
formato como este es posible en el Reino Unido y se pueden ver sus clips por
Internet http://www.bbc.co.uk/programmes/b006ml0l
Muchos recordaréis que ya se realizó algo parecido hace una década en La
Primera con Séptimo de Caballería,
presentado por Miguel Bosé. Independientemente de que Papitwo nos caiga mejor o
peor o de que nos gusten más o menos los cantantes que por allí pasaron, lo
cierto es que fue un programa de muy buena factura, donde los artistas
realmente se la jugaban en directo y daban lo mejor de sí. Séptimo… aportaba además un valor añadido: que, independientemente
de que actuaran figuras internacionales, otorgaba el protagonismo al producto
nacional, sin patrioterismos, pero sin complejos de inferioridad.
Aquello pasó a la historia, claro, porque no reunía a suficiente público
delante de la tele. De acuerdo, pero ahora que no existe la presión
publicitaria (esperad que nos entra la carraspera) ¿cuál es la excusa?
¿No sería posible un espacio que mezclara el mainstream y lo alternativo, lo nuevo y lo viejo, lo de aquí y lo
de fuera, para que todos pudiéramos conocer lo mejor de cada casa? Quizá así
saldríamos de la dicotomía de las radiofórmulas y el periodismo musical
cavernario tipo Radio 3. Quizá así se ampliarían horizontes musicales en un
país donde, sonroja decirlo, triunfa un himno al encefalograma plano como el Tacatá.
¿Sería mucho pedir?
Aquí tenéis un video del
especial de Nochevieja 2004 del programa de Jools Holland. Obsérvese la
diferencia entre traer a Eric Clapton para celebrar el Año Nuevo y, como en el
caso español, a Carlos Baute. Y aquí nos cerramos en banda: no hay debate
posible…
Es triste tener que admitirlo, pero por si el cielo no nos estaba dando
suficientes señales, debemos aceptarlo: el verano se acabó. El grajo comienza a
volar bajo, amigos. Llega una época introspectiva, o directamente vaga, en la
que salir de casa, con la que está cayendo en todos los sentidos, apetece un
poco menos.
Desde el Corner, atendiendo a una demanda que sabemos latente, os
proponemos cinco temas que pegan bastante para escuchar en una tarde de otoño.
Recostaos en el sofá. Imaginaos en un bosque, la hojarasca chascando bajo
vuestros pies, un cielo nublado y una brisilla traicionera que se os mete hasta
el tuétano. Ahora cubríos con una manta, quitad el volumen de la tele y dejadla
en “mute” mientras en no sé qué canal están dando Sleepy Hollow.
Ya estáis listos para darle al play de estos cinco videos, donde la
guitarra acústica, con toques folk y country (lo advertimos a los alérgicos),
da a la música ese aire campestre y otoñal que estamos buscando. Vamos, pues, con
las cinco propuestas.
Mumford & Sons
Esta banda británica es una de las referencias en el mundillo alternativo.
Sólo llevan cinco años en activo, y acaban de publicar su último álbum, Babel, a finales de septiembre. En esta
ocasión, hemos escogido una canción de su primer disco, Sigh no more, titulada Little
Lion Man.
Arizona Baby
Son de Valladolid, pero cualquiera les creería naturales del “Cinturón de
la Biblia” estadounidense. Cierto seguidor del Corner (que vive ahora la
primavera austral) conoce en persona a su carismático líder, Javier Vielba, lo
que nos llena de orgullo y una cierta envidia… Los Arizona vuelven con un disco
“en solitario” tras su feliz matrimonio con Los Coronas. En plan cachondo,
bautizaron la unión como Corizonas. Como Brangelina, vamos… Disfrutad
con Where the sun never sets, de su
último trabajo, The truth, the whole
truth and nothing but the truth.
Ha Ha Tonka
Su canción Lonely Fortunes es
quizá la que más genuinamente se ajuste al ambiente otoñal que os queríamos
proponer. Son de Springfield, Missouri, y están de gira por estos lares. De
hecho, hoy cierran en Barcelona su tour de cuatro citas que les llevó
previamente a Vitoria, Pontevedra y Madrid.
The Tallest Man On Earth
El Bob Dylan de la primera época tuvo un hijo en Suecia y no nos lo dijo.
Se llama Kristian Mattson y su nombre artístico desde luego no hace honor a su
físico a primera vista… A ver qué os parece The
Gardener, de su álbum Shallow Grave.
En el disco parece más Dylan; en este video la voz tiene un toque a Benito el
de Manos a la obra que para qué…
The Black Crowes
¿Qué pintan los Crowes aquí? Pues yo qué sé, pero estábamos buscando una
quinta canción para rematar el post y, rebuscando en su discografía, hemos
encontrado Soul singing, que parece
bastante pertinente… Aunque tiene un tono gospel que la aleja del resto de
seleccionadas, el inicio es folkie, y qué coño, ¡¡la canción está muy bien!!
Ale, majos, a disfrutar con Chris Robinson.
Keith Moon, batería de The Who, en pleno éxtasis artístico.
El 20 de noviembre de 1973, Scot Halpin, un chaval de 19 años recién
llegado de Iowa a California, se preparaba para vivir una noche especial, aunque
no sospechaba que sería la más extraña y apasionante de su vida.
The Who, su banda favorita, había agotado el papel para celebrar en el Cow
Palace de San Francisco el concierto inaugural de la gira Quadrophenia. Halpin estaba dispuesto a cualquier cosa para vivir lo
más cerca posible la intensidad del directo de los británicos. 13 horas en la
cola junto a su amigo Mike Danese merecían la pena si conseguía que los
Daltrey, Townshend y compañía le sudaran encima.
Tal era su fijación con The Who, que los teloneros de aquella noche, unos
tal Lynrd Skynrd, no representaban para él más que un molesto trámite para
llegar a lo verdaderamente importante.
Acabado el calentamiento a cargo de los autores de Sweet home Alabama, el público se abalanzó hacia el escenario para
recibir a los cabeza de cartel. Nuestro protagonista, fan total del grupo pero
con una querencia genética a los espacios abiertos del Midwest, desertó de la
primera línea al poco rato y se dejó llevar por la marea humana a un costado
del escenario.
Mientras tanto, sobre las tablas, The Who desarrollaban su actuación con aparente
normalidad. Sólo aparente. Su batería, Keith Moon –uno de los mayores virtuosos
de la percusión de la historia del rock, según los entendidos– daba rienda
suelta a su hiperactividad baquetas en mano. Eso sí, bajo los efectos de un
sedante para caballos que alguien le había suministrado. Y es que a Moon,
además de la batería, le gustaba walkin’
on the wild side más que a un tonto un lápiz.
Won’t get high again
Tras más de una hora de show y cuando la banda interpretaba Won’t get fooled again (véase la música
de presentación de CSI Miami), Moon decidió hacer una cata del retrogusto y la
astringencia del suelo. Rápidamente, se lo llevaron a los camerinos, a ver si conseguían
espabilarle. Una inyección de cortisona obró el milagro y media hora después
volvió a sacudir el pedal del bombo. Pero se veía que la situación estaba
cogida con alfileres y, poco después, Morfeo susurró a Moon que casi mejor
tocara un rato para él.
En ese instante, Mike Danese, el amigo que acompañaba a Scot Halpin, le
persuadió para que se acercaran al acceso lateral del escenario. Ni corto ni
perezoso, Danese se dirigió al promotor del concierto, Bill Graham, y le dijo
que Halpin podría sustituir a Moon, pues su nivel era bueno y conocía
perfectamente el repertorio. Graham, temiendo un motín si se suspendía el
concierto, aceptó.
Al bueno de Pete Townshend, guitarrista y cantante de la banda, la decisión
le pilló preguntando al público si había un batería en la sala. Y para cuando
se dio la vuelta, Halpin ya estaba en su puesto, recibiendo instrucciones de un
técnico.
Flotando en el cielo del rock y a la vez sudando para sobrevivir a un infierno
de semicorcheas y fusas, Halpin se las arregló para no desentonar y acabó el
concierto saludando al público como un Who más.
Como los turistas accidentales que eran, Halpin y Danese acabaron la noche dándose
un festín en el buffet post-concierto y recibieron como recompensa a aquella simpática
osadía unas cazadoras oficiales de la gira, que les duraron apenas unas horas,
hasta que alguien se las distrajo.
Aquí tenéis las imágenes, resumidas, de lo que ocurrió aquella noche...
Olimpiadas de ultratumba
Halpin, fallecido en 2008, tuvo anécdota para toda la vida. No es para
menos. De cuando en cuando, rememoraba el episodio si algún periodista se lo
requería, aunque nunca pareció concederle excesiva importancia. Otras le dan el
pase de pecho a un torero y las tienes en la tele hasta que la audiencia –y por
qué no decirlo, esta sociedad enferma– las convierten en un juguete roto… Ejem.
Por su parte, Moon se quitó del tabaco 20 años antes que Halpin. Una
sobredosis de pastillas para superar su adicción al alcohol, bonita paradoja,
le proporcionó el billete a una jam
session con Hendrix, Morrison, Joplin, etc. Antes, Moon dejó unas cuantas
notas a pie de página en el decálogo del sex,
drugs & rock and roll, con episodios míticos y tan imitados como “Sé
que las teles de los hoteles pueden volar; si quieres, te lo miro”.
El bueno de Keith ni muerto ha podido llevar una (no) existencia tranquila.
Recientemente, un espabilado de la organización de la ceremonia inaugural de
los Juegos Olímpicos de Londres preguntó al manager de los Who si Moon estaría
dispuesto a actuar en ella. El agente vino a decirle algo así: “Figura, tráeme
una ouija y un vaso y consultamos su agenda”.
Y como premio por llegar al final de la lectura de este post, os dejo una rareza que he encontrado por el camino: The Who, ensayando Barbara Ann, de The Beach Boys.
Wilco, una de las bandas más prestigiosas de la música independiente estadounidense, actúa esta noche en el Palacio Euskalduna de
Bilbao. El elevado precio de las entradas y la endémica penuria económica que
azota a cualquier redacción periodística han privado a SPEAKERS’ CORNER de
poder ofreceros una crónica del concierto en primera persona.
Es una pena, pero al menos, queremos compensarlo con un aperitivo, a modo de top five, con algunas de las mejores canciones del grupo liderado por Jeff Tweedy. Veréis que son unos grandes músicos en directo. Si os gustan, no dudéis
en bucear en su discografía o pedir alguna recomendación más. ¡Para eso
estamos!
Imaginemos, en un supuesto demencial, que la tripulación del Apolo 11, la
misión espacial que consiguió pisar por primera vez la Luna en 1969, hubiera
estado formada por John Lennon, Paul McCartney y George Harrison, en lugar de
Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins.
Está claro que, haciendo una analogía con su protagonismo en los Beatles,
Lennon y McCartney habrían sido quienes hubiesen dejado su huella en el
satélite. Mientras, Harrison, como hizo Collins, se habría quedado orbitando a
la espera de llevar a sus compañeros a casa. En otras palabras, a las puertas
de la gloria. Sin embargo, sin su ayuda los héroes no podrían haber vuelto a la
Tierra para contarlo y, de paso, forrarse dando conferencias.
Si a estas alturas os habéis preguntado por qué Ringo no llega a vestir la
escafandra en esta absurda historia, pues qué queréis que os diga… Lo más
probable es que se hubiera quedado en Houston por no haber pasado las pruebas
físicas, o estuviera viendo por la tele la hazaña de sus compañeros, borracho
perdido, en calzoncillos y tumbado del revés en la cama de un motel. O igual se
le hubiera pasado verlo. El bueno de Ringo, qué huevazos, ¿eh?
En fin, esta introducción barata debería servir para llegar a contaros que,
en los casi 20 años que la redacción de SPEAKERS’ CORNER lleva escuchando a los
cuatro de Liverpool, ha pasado de admirar al dúo Lennon-McCartney a apreciar y
posteriormente pasmarse ante el talento de George Harrison, un tipo con muchas
caras.
Está el George tranquilo en plena Beatlemanía, el espiritual, con su
Maharisi, los Hare Krisna y su look de hippie en plena psicodelia… Está el
George rencoroso porque John y Paul arrinconaban sus composiciones… Está el
George que tuvo los arrestos suficientes para, en la audición que hicieron para
EMI, decirle a George Martin, el que sería el productor del grupo para toda su
vida, que si había algo que no le había gustado de aquella sesión de grabación
era su corbata, mientras los gallitos de la banda no decían “esta boca es mía”…
Una persona peculiar y, sobre todo, un artista de gran valía, eclipsado por la
máquina de hits Lennon-McCartney.
Estos son mis bemoles
Su flirteo con la composición comienza en 1963, cuando estando enfermo en
cama, da forma a Don’t bother me (No me molestes), un título que,
conociendo su carácter huraño por momentos, no extraña nada. Harrison explicaba
que se trató de un ejercicio para averiguar si era capaz de componer. “Si dos
tipos como John y Paul podían, por qué yo no”, aseguraba. El caso es que el
tema pasó a formar parte del álbum With
The Beatles.
No sería hasta Help, dos años
después, cuando su nombre volviera a formar parte de los créditos de un álbum
de los Beatles. Aportó You like me
too much y la más popular I need you.
Con todo, las verdaderas capacidades de Harrison se hicieron patentes en la
etapa de madurez del grupo, en el llamado “album blanco” y, especialmente en Abbey Road. Del primero queda la intensa
While my guitar gently weeps, donde conseguía
arrancarle a la guitarra un verdadero llanto, mientras que el segundo encierra dos auténticas
joyas: Something y Here comes the sun.
Sobre Something decía Frank
Sinatra que era la más bella canción de amor sin necesidad de pronunciar las
palabras mágicas: “I love you”. ¡Y qué decir de Here comes the sun! Además de ser, probablemente, la preferida de
la redacción de este blog, tiene una historia magnífica.
Explicaba Harrison: "En Inglaterra el
invierno dura una eternidad, así que cuando llega la primavera realmente te la
has merecido. Un día decidí no ir a Apple [la discográfica que fundaron los
Beatles, no la de Steve Jobs, aclaramos] y fui a la casa de Eric Clapton (...) Fui
a pasear por el jardín con una de las guitarras acústicas de Eric y escribí Here Comes The Sun". Os podéis
imaginar a Clapton, recogiendo su mandíbula del suelo cuando su colega George –aquél
a quien “Mano lenta” le birlaría la mujer y seguirían siendo tan amigos– interpretó para él, en histórica primicia, esta
maravilla.
La ruptura de los Beatles, lejos de
aplacar la creatividad de Harrison, la disparó. De hecho, su álbum All things must pass, supera en calidad
a los discos de debut en solitario de sus antiguos compañeros: John Lennon/Plastic Ono Band y McCartney, respectivamente.
De hecho, en la excelente película documental
de Martin Scorsese dedicada a Harrison, Living
in the material world, se desliza la idea de que George, en los últimos
coletazos de los Beatles, estaba reservando su arsenal para su inminente etapa
en solitario. Así, material de primera como My
sweet lord, Wah-wah, Isn’t a pity, Beware of darkness o la canción que daba título al álbum acabó
haciendo de All things must pass lo
mejor de toda la carrera de Harrison.
Mecenas del Frente Popular de Judea
De su etapa artística posterior, quedan
destellos como el Concert for Bangladesh, buenos temas como Gimme love (Peace
on Earth) o Horse to the Water y algún single pegadizo como el ochenteno Got my mind set on you. Sin embargo, lo
cierto es que nuestro protagonista tampoco parecía muy dispuesto a seguir bajo
los focos, alejado del ansia de notoriedad de Paul y John, cada uno a su
manera. De esta forma, su estrella se fue apagando lentamente e hizo uso de su
fortuna para dedicar incontables horas a cuidar el jardín de su mansión y a actividades
filantrópicas como la que contaremos a continuación y SPEAKERS’ CORNER –qué decimos,
el género humano– jamás podrá agradecer
lo suficiente.
¿Sabíais que sin George Harrison La vida de Brian muy probablemente no se
habría rodado? En efecto. Cuando nuestro héroe supo, de boca de sus amigos de
Monty Python, que EMI Films, una vez leído el guión, se negaba en redondo a
financiar la película, se comprometió a poner el dinero. Para ello, tuvo que
crear una productora e hipotecar su casa y un estudio de grabación. A su arriesgada
apuesta empresarial debemos algunos de los mejores momentos del cine cómico,
que sepamos hacer pintadas en latín correctamente y averiguar cómo los queseros
–o todos los productores de lácteos, si no lo tomamos en sentido literal–
estuvieron presentes en las Bienaventuranzas.
Y ahora yo me pregunto: ¿Qué ha hecho
George Harrison por nosotros? Vosotros, que tenéis oídos, usadlos.