martes, 23 de octubre de 2012

¿Sería mucho pedir?


El otro día, en nuestra fan page de Facebook, colgamos una de las canciones de la reciente actuación de Muse en el programa de la BBC Two Later… With Jools Holland. La altísima calidad del directo de la banda liderada por Matt Bellamy, junto a la excelente realización de la cadena británica, nos devolvieron a un pensamiento que de cuando en cuando ronda nuestras cabezas: ¿por qué es imposible en España un espacio dedicado a la música con entrevistas y actuaciones en vivo? No, en serio, ¿por qué?

Jools Holland, por cierto, fue, hasta que le sustituyó Paul Carrack, pianista de Squeeze, banda popular por su canción Tempted, que recordamos en este vídeo. 



Vamos a obviar que una cadena privada, salvo un Canal Plus de la vida, se negaría a emitirlo por motivos comerciales. El dato es incontestable: no da audiencia o no la suficiente como para justificar su continuidad. Bien, ¿pero y en la televisión pública? Seguro que alguien con más información que este blog aducirá que lo que cuesta producir un capítulo de la serie Isabel es mucho más rentable que invertir en un programa musical de nivel. Hablamos de rentabilidad en términos de audiencia, que no en cuanto publicidad, porque como es sabido, TVE ya no emite anuncios (codazo, codazo, guiño, guiño…).

Olvidemos por un momento el vil metal y soñemos despiertos antes de que el Gobierno también lo grave. Imaginemos un programa con cinco artistas invitados cada noche, en el que se codearan músicos tan diversos como Diana Krall, The Vaccines, The xx, The Beach Boys o Neil Sedaka… En otras palabras, música para todos los gustos y edades. Supongamos que, además, les realizan una entrevista en profundidad, hablando única y exclusivamente de música. Bueno, pues un formato como este es posible en el Reino Unido y se pueden ver sus clips por Internet http://www.bbc.co.uk/programmes/b006ml0l

Muchos recordaréis que ya se realizó algo parecido hace una década en La Primera con Séptimo de Caballería, presentado por Miguel Bosé. Independientemente de que Papitwo nos caiga mejor o peor o de que nos gusten más o menos los cantantes que por allí pasaron, lo cierto es que fue un programa de muy buena factura, donde los artistas realmente se la jugaban en directo y daban lo mejor de sí. Séptimo… aportaba además un valor añadido: que, independientemente de que actuaran figuras internacionales, otorgaba el protagonismo al producto nacional, sin patrioterismos, pero sin complejos de inferioridad.

Aquello pasó a la historia, claro, porque no reunía a suficiente público delante de la tele. De acuerdo, pero ahora que no existe la presión publicitaria (esperad que nos entra la carraspera) ¿cuál es la excusa?

¿No sería posible un espacio que mezclara el mainstream y lo alternativo, lo nuevo y lo viejo, lo de aquí y lo de fuera, para que todos pudiéramos conocer lo mejor de cada casa? Quizá así saldríamos de la dicotomía de las radiofórmulas y el periodismo musical cavernario tipo Radio 3. Quizá así se ampliarían horizontes musicales en un país donde, sonroja decirlo, triunfa un himno al encefalograma plano como el Tacatá.

¿Sería mucho pedir?

Aquí tenéis un video del especial de Nochevieja 2004 del programa de Jools Holland. Obsérvese la diferencia entre traer a Eric Clapton para celebrar el Año Nuevo y, como en el caso español, a Carlos Baute. Y aquí nos cerramos en banda: no hay debate posible…




sábado, 20 de octubre de 2012

Música para una tarde de otoño



Es triste tener que admitirlo, pero por si el cielo no nos estaba dando suficientes señales, debemos aceptarlo: el verano se acabó. El grajo comienza a volar bajo, amigos. Llega una época introspectiva, o directamente vaga, en la que salir de casa, con la que está cayendo en todos los sentidos, apetece un poco menos.

Desde el Corner, atendiendo a una demanda que sabemos latente, os proponemos cinco temas que pegan bastante para escuchar en una tarde de otoño.

Recostaos en el sofá. Imaginaos en un bosque, la hojarasca chascando bajo vuestros pies, un cielo nublado y una brisilla traicionera que se os mete hasta el tuétano. Ahora cubríos con una manta, quitad el volumen de la tele y dejadla en “mute” mientras en no sé qué canal están dando Sleepy Hollow.

Ya estáis listos para darle al play de estos cinco videos, donde la guitarra acústica, con toques folk y country (lo advertimos a los alérgicos), da a la música ese aire campestre y otoñal que estamos buscando. Vamos, pues, con las cinco propuestas.

Mumford & Sons
Esta banda británica es una de las referencias en el mundillo alternativo. Sólo llevan cinco años en activo, y acaban de publicar su último álbum, Babel, a finales de septiembre. En esta ocasión, hemos escogido una canción de su primer disco, Sigh no more, titulada Little Lion Man.


Arizona Baby
Son de Valladolid, pero cualquiera les creería naturales del “Cinturón de la Biblia” estadounidense. Cierto seguidor del Corner (que vive ahora la primavera austral) conoce en persona a su carismático líder, Javier Vielba, lo que nos llena de orgullo y una cierta envidia… Los Arizona vuelven con un disco “en solitario” tras su feliz matrimonio con Los Coronas. En plan cachondo, bautizaron la unión como Corizonas. Como Brangelina, vamos… Disfrutad con Where the sun never sets, de su último trabajo, The truth, the whole truth and nothing but the truth.



Ha Ha Tonka
Su canción Lonely Fortunes es quizá la que más genuinamente se ajuste al ambiente otoñal que os queríamos proponer. Son de Springfield, Missouri, y están de gira por estos lares. De hecho, hoy cierran en Barcelona su tour de cuatro citas que les llevó previamente a Vitoria, Pontevedra y Madrid.



The Tallest Man On Earth
El Bob Dylan de la primera época tuvo un hijo en Suecia y no nos lo dijo. Se llama Kristian Mattson y su nombre artístico desde luego no hace honor a su físico a primera vista… A ver qué os parece The Gardener, de su álbum Shallow Grave. En el disco parece más Dylan; en este video la voz tiene un toque a Benito el de Manos a la obra que para qué…



The Black Crowes
¿Qué pintan los Crowes aquí? Pues yo qué sé, pero estábamos buscando una quinta canción para rematar el post y, rebuscando en su discografía, hemos encontrado Soul singing, que parece bastante pertinente… Aunque tiene un tono gospel que la aleja del resto de seleccionadas, el inicio es folkie, y qué coño, ¡¡la canción está muy bien!! Ale, majos, a disfrutar con Chris Robinson.



miércoles, 17 de octubre de 2012

La noche que fui Keith Moon


Keith Moon, batería de The Who, en pleno éxtasis artístico.

El 20 de noviembre de 1973, Scot Halpin, un chaval de 19 años recién llegado de Iowa a California, se preparaba para vivir una noche especial, aunque no sospechaba que sería la más extraña y apasionante de su vida.

The Who, su banda favorita, había agotado el papel para celebrar en el Cow Palace de San Francisco el concierto inaugural de la gira Quadrophenia. Halpin estaba dispuesto a cualquier cosa para vivir lo más cerca posible la intensidad del directo de los británicos. 13 horas en la cola junto a su amigo Mike Danese merecían la pena si conseguía que los Daltrey, Townshend y compañía le sudaran encima.

Tal era su fijación con The Who, que los teloneros de aquella noche, unos tal Lynrd Skynrd, no representaban para él más que un molesto trámite para llegar a lo verdaderamente importante.

Acabado el calentamiento a cargo de los autores de Sweet home Alabama, el público se abalanzó hacia el escenario para recibir a los cabeza de cartel. Nuestro protagonista, fan total del grupo pero con una querencia genética a los espacios abiertos del Midwest, desertó de la primera línea al poco rato y se dejó llevar por la marea humana a un costado del escenario.

Mientras tanto, sobre las tablas, The Who desarrollaban su actuación con aparente normalidad. Sólo aparente. Su batería, Keith Moon –uno de los mayores virtuosos de la percusión de la historia del rock, según los entendidos– daba rienda suelta a su hiperactividad baquetas en mano. Eso sí, bajo los efectos de un sedante para caballos que alguien le había suministrado. Y es que a Moon, además de la batería, le gustaba walkin’ on the wild side más que a un tonto un lápiz. 

Won’t get high again
Tras más de una hora de show y cuando la banda interpretaba Won’t get fooled again (véase la música de presentación de CSI Miami), Moon decidió hacer una cata del retrogusto y la astringencia del suelo. Rápidamente, se lo llevaron a los camerinos, a ver si conseguían espabilarle. Una inyección de cortisona obró el milagro y media hora después volvió a sacudir el pedal del bombo. Pero se veía que la situación estaba cogida con alfileres y, poco después, Morfeo susurró a Moon que casi mejor tocara un rato para él.

En ese instante, Mike Danese, el amigo que acompañaba a Scot Halpin, le persuadió para que se acercaran al acceso lateral del escenario. Ni corto ni perezoso, Danese se dirigió al promotor del concierto, Bill Graham, y le dijo que Halpin podría sustituir a Moon, pues su nivel era bueno y conocía perfectamente el repertorio. Graham, temiendo un motín si se suspendía el concierto, aceptó.

Al bueno de Pete Townshend, guitarrista y cantante de la banda, la decisión le pilló preguntando al público si había un batería en la sala. Y para cuando se dio la vuelta, Halpin ya estaba en su puesto, recibiendo instrucciones de un técnico.

Flotando en el cielo del rock y a la vez sudando para sobrevivir a un infierno de semicorcheas y fusas, Halpin se las arregló para no desentonar y acabó el concierto saludando al público como un Who más.

Como los turistas accidentales que eran, Halpin y Danese acabaron la noche dándose un festín en el buffet post-concierto y recibieron como recompensa a aquella simpática osadía unas cazadoras oficiales de la gira, que les duraron apenas unas horas, hasta que alguien se las distrajo.

Aquí tenéis las imágenes, resumidas, de lo que ocurrió aquella noche...

 

Olimpiadas de ultratumba
Halpin, fallecido en 2008, tuvo anécdota para toda la vida. No es para menos. De cuando en cuando, rememoraba el episodio si algún periodista se lo requería, aunque nunca pareció concederle excesiva importancia. Otras le dan el pase de pecho a un torero y las tienes en la tele hasta que la audiencia –y por qué no decirlo, esta sociedad enferma– las convierten en un juguete roto… Ejem.

Por su parte, Moon se quitó del tabaco 20 años antes que Halpin. Una sobredosis de pastillas para superar su adicción al alcohol, bonita paradoja, le proporcionó el billete a una jam session con Hendrix, Morrison, Joplin, etc. Antes, Moon dejó unas cuantas notas a pie de página en el decálogo del sex, drugs & rock and roll, con episodios míticos y tan imitados como “Sé que las teles de los hoteles pueden volar; si quieres, te lo miro”.

El bueno de Keith ni muerto ha podido llevar una (no) existencia tranquila. Recientemente, un espabilado de la organización de la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Londres preguntó al manager de los Who si Moon estaría dispuesto a actuar en ella. El agente vino a decirle algo así: “Figura, tráeme una ouija y un vaso y consultamos su agenda”.

Y como premio por llegar al final de la lectura de este post, os dejo una rareza que he encontrado por el camino: The Who, ensayando Barbara Ann, de The Beach Boys.

 

domingo, 14 de octubre de 2012

Wilco, top five el día que visitan Bilbao



Wilco, una de las bandas más prestigiosas de la música independiente estadounidense, actúa esta noche en el Palacio Euskalduna de Bilbao. El elevado precio de las entradas y la endémica penuria económica que azota a cualquier redacción periodística han privado a SPEAKERS’ CORNER de poder ofreceros una crónica del concierto en primera persona.

Es una pena, pero al menos, queremos compensarlo con un aperitivo, a modo de top five, con algunas de las mejores canciones del grupo liderado por Jeff Tweedy. Veréis que son unos grandes músicos en directo. Si os gustan, no dudéis en bucear en su discografía o pedir alguna recomendación más. ¡Para eso estamos! 

 


 

sábado, 13 de octubre de 2012

George Harrison o la importancia del tercer hombre



Imaginemos, en un supuesto demencial, que la tripulación del Apolo 11, la misión espacial que consiguió pisar por primera vez la Luna en 1969, hubiera estado formada por John Lennon, Paul McCartney y George Harrison, en lugar de Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins.

Está claro que, haciendo una analogía con su protagonismo en los Beatles, Lennon y McCartney habrían sido quienes hubiesen dejado su huella en el satélite. Mientras, Harrison, como hizo Collins, se habría quedado orbitando a la espera de llevar a sus compañeros a casa. En otras palabras, a las puertas de la gloria. Sin embargo, sin su ayuda los héroes no podrían haber vuelto a la Tierra para contarlo y, de paso, forrarse dando conferencias.

Si a estas alturas os habéis preguntado por qué Ringo no llega a vestir la escafandra en esta absurda historia, pues qué queréis que os diga… Lo más probable es que se hubiera quedado en Houston por no haber pasado las pruebas físicas, o estuviera viendo por la tele la hazaña de sus compañeros, borracho perdido, en calzoncillos y tumbado del revés en la cama de un motel. O igual se le hubiera pasado verlo. El bueno de Ringo, qué huevazos, ¿eh?

En fin, esta introducción barata debería servir para llegar a contaros que, en los casi 20 años que la redacción de SPEAKERS’ CORNER lleva escuchando a los cuatro de Liverpool, ha pasado de admirar al dúo Lennon-McCartney a apreciar y posteriormente pasmarse ante el talento de George Harrison, un tipo con muchas caras.

Está el George tranquilo en plena Beatlemanía, el espiritual, con su Maharisi, los Hare Krisna y su look de hippie en plena psicodelia… Está el George rencoroso porque John y Paul arrinconaban sus composiciones… Está el George que tuvo los arrestos suficientes para, en la audición que hicieron para EMI, decirle a George Martin, el que sería el productor del grupo para toda su vida, que si había algo que no le había gustado de aquella sesión de grabación era su corbata, mientras los gallitos de la banda no decían “esta boca es mía”… Una persona peculiar y, sobre todo, un artista de gran valía, eclipsado por la máquina de hits Lennon-McCartney.


Estos son mis bemoles
Su flirteo con la composición comienza en 1963, cuando estando enfermo en cama, da forma a Don’t bother me (No me molestes), un título que, conociendo su carácter huraño por momentos, no extraña nada. Harrison explicaba que se trató de un ejercicio para averiguar si era capaz de componer. “Si dos tipos como John y Paul podían, por qué yo no”, aseguraba. El caso es que el tema pasó a formar parte del álbum With The Beatles.

No sería hasta Help, dos años después, cuando su nombre volviera a formar parte de los créditos de un álbum de los Beatles. Aportó You like me too much y la más popular I need you


Con todo, las verdaderas capacidades de Harrison se hicieron patentes en la etapa de madurez del grupo, en el llamado “album blanco” y, especialmente en Abbey Road. Del primero queda la intensa While my guitar gently weeps, donde conseguía arrancarle a la guitarra un verdadero llanto, mientras que el segundo encierra dos auténticas joyas: Something y Here comes the sun.

Sobre Something decía Frank Sinatra que era la más bella canción de amor sin necesidad de pronunciar las palabras mágicas: “I love you”. ¡Y qué decir de Here comes the sun! Además de ser, probablemente, la preferida de la redacción de este blog, tiene una historia magnífica.

Explicaba Harrison: "En Inglaterra el invierno dura una eternidad, así que cuando llega la primavera realmente te la has merecido. Un día decidí no ir a Apple [la discográfica que fundaron los Beatles, no la de Steve Jobs, aclaramos] y fui a la casa de Eric Clapton (...) Fui a pasear por el jardín con una de las guitarras acústicas de Eric y escribí Here Comes The Sun". Os podéis imaginar a Clapton, recogiendo su mandíbula del suelo cuando su colega George –aquél a quien “Mano lenta” le birlaría la mujer y seguirían siendo tan amigos–  interpretó para él, en histórica primicia, esta maravilla.

La ruptura de los Beatles, lejos de aplacar la creatividad de Harrison, la disparó. De hecho, su álbum All things must pass, supera en calidad a los discos de debut en solitario de sus antiguos compañeros: John Lennon/Plastic Ono Band y McCartney, respectivamente.

De hecho, en la excelente película documental de Martin Scorsese dedicada a Harrison, Living in the material world, se desliza la idea de que George, en los últimos coletazos de los Beatles, estaba reservando su arsenal para su inminente etapa en solitario. Así, material de primera como My sweet lord, Wah-wah, Isn’t a pity, Beware of darkness o la canción que daba título al álbum acabó haciendo de All things must pass lo mejor de toda la carrera de Harrison.




Mecenas del Frente Popular de Judea
De su etapa artística posterior, quedan destellos como el Concert for Bangladesh, buenos temas como Gimme love (Peace on Earth) o Horse to the Water y algún single pegadizo como el ochenteno Got my mind set on you. Sin embargo, lo cierto es que nuestro protagonista tampoco parecía muy dispuesto a seguir bajo los focos, alejado del ansia de notoriedad de Paul y John, cada uno a su manera. De esta forma, su estrella se fue apagando lentamente e hizo uso de su fortuna para dedicar incontables horas a cuidar el jardín de su mansión y a actividades filantrópicas como la que contaremos a continuación y SPEAKERS’ CORNER –qué decimos, el género humano–  jamás podrá agradecer lo suficiente.



¿Sabíais que sin George Harrison La vida de Brian muy probablemente no se habría rodado? En efecto. Cuando nuestro héroe supo, de boca de sus amigos de Monty Python, que EMI Films, una vez leído el guión, se negaba en redondo a financiar la película, se comprometió a poner el dinero. Para ello, tuvo que crear una productora e hipotecar su casa y un estudio de grabación. A su arriesgada apuesta empresarial debemos algunos de los mejores momentos del cine cómico, que sepamos hacer pintadas en latín correctamente y averiguar cómo los queseros –o todos los productores de lácteos, si no lo tomamos en sentido literal– estuvieron presentes en las Bienaventuranzas.

Y ahora yo me pregunto: ¿Qué ha hecho George Harrison por nosotros? Vosotros, que tenéis oídos, usadlos.